sábado, 31 de marzo de 2018

“Ésta ha hecho lo que podía”

Hace muchos años una mujer llegó a la casa de Simón, el leproso de Betania, con un regalo para el Señor Jesucristo. Aunque ofrecer este regalo causó un alboroto, vemos que el Señor sí estuvo agradecido.
Nosotros, como miembros de distintas asambleas, hoy en día tenemos el privilegio de ofrecerle a Cristo algo en forma especial cada Día del Señor.


El Costo de la Consagración:
La mujer amaba tanto al Señor que estuvo dispuesta a pagar un precio elevado para poder demostrar claramente su amor y apreciación. El vaso que contenía el perfume de nardo puro se usó una sola vez porque ella lo tuvo que quebrar para derramar el perfume sobre la cabeza de Cristo. Marcos nos dice que el perfume era de mucho precio (Marcos 14.3), y luego entendemos que valía más de trescientos denarios (Marcos 14.5).
No estamos acostumbrados de contar nuestro dinero en denarios, pero pensémoslo así: un denario era lo que ganaba un trabajador en el campo durante un día. Sabemos que varía de lugar en lugar, pero supongamos que un trabajador esté ganando cien pesos al día. En 300 días habrá ganado treinta mil pesos, una cantidad no muy insignificante. Esta mujer, entonces, en nuestros términos, pagó más de $30,000 para demostrar que amaba al Señor, que estaba consagrada a Él. Seguramente había un sinfín de cosas que pudo haber hecho con tanto dinero.
Hoy, con $30,000 uno puede comprar una buena moto, un carrito, o empezar a construir los cimientos de una casa. La pregunta para nosotros es: ¿qué estoy dispuesto a darle al Señor? No estamos pensando tanto en lo físico y lo material (aunque hay muchos creyentes que no han desarrollado el ejercicio de dar de sus bienes al Señor), sino en toda la vida. En un mundo lleno de distracciones, ¿encuentro suficiente tiempo durante la semana para disfrutar de tiempo a los pies de Cristo, con su Palabra abierta, escuchando su voz? ¿O estoy yo malgastando mi tiempo en cosas no tan importantes? Cuando llego el domingo a la Cena del Señor, ¿tengo algo en mi corazón que ofrecerle a Dios? ¿Estoy dispuesto a sacrificar ciertas cosas para que yo pueda demostrar claramente que amo a mi Señor y que estoy consagrado a Él? La mujer en Marcos 12 entendió que la consagración involucra un costo. “No ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada”, dijo David. (2 Samuel 24.24)
    Las Críticas y los Clamores:
En cuanto la casa empezó a llenarse con el olor fragante de este perfume tan exquisito, unos empezaron a clamar: ¿Para qué? Posiblemente unos pensaban que esta mujer estaba presumiendo: “Miren todos lo que yo le traje al Señor”. No vemos en esta historia, sin embargo, ninguna intención de que ella tuviera otro motivo sino mostrar su amor al Señor. Tal vez otros están pensando: “Yo no le traje nada.” Para no verse mal, empiezan a criticar a la mujer.
Muchas veces cuando vemos a un creyente que va bien y que está sirviendo fielmente al Señor nos sentimos mal. La reacción muchas veces es muy parecida a la que vemos en Marcos 14: el pueblo alrededor clama y critica. La reacción correcta es de regocijarnos cuando algo va bien con otro creyente.
Las sugerencias del pueblo eran nobles se pudo haber vendido para dar el dinero a los pobres pero el Señor no les alaba por sus ‘buenas ideas’. Ellos murmuraban contra la mujer, pero sabemos que en el Nuevo Testamento encontramos esta exhortación: No murmuréis entre vosotros. (Juan 6:43).
    La Compasión de Cristo:
Póngase, por un momento, en los huaraches de esta mujer. Había llegado para demostrar a Cristo su amor y apreciación. Quería que Cristo recibiera la honra y que Él fuera el centro de atención. Y ahora, todos están mirando a la mujer y la están criticando. ¡Cristo ha perdido su lugar de preeminencia! ¿No ha visto usted que eso pasa aún hoy cuando hay un problema, o hay un conflicto? Cuando estoy criticando a mi hermano, o estoy murmurando contra mi hermana, queda muy obvio el hecho de que mis ojos no están puestos en Cristo. Seguramente la mujer se siente avergonzada y triste. Pero Cristo muestra su compasión y la rescata de esta situación difícil.
“Dejadla, ¿por qué la molestáis?”(Marcos 14:6) ¡Que tengamos corazones tiernos y compasivos como el de Cristo! Recordemos la exhortación de Pablo: Vestíos de entrañable misericordia, de benignidad. ¡Que imitemos a nuestro Señor! La Complacencia y el Contentamiento: Cristo se quedó complacido. La mujer se fue contenta.
Cristo le tiene palabras muy preciosas que deberían de ser un reto a nosotros: Ésta ha hecho lo que podía. ¿No sería bueno empezar el 2008 con el deseo de hacer lo que podemos? Hay una confesión que tendríamos que hacer si somos honestos con Dios: En el 2007 no hicimos lo que pudimos haber hecho. Pero por delante, si el Señor no viene, tenemos nuevas oportunidades. Que Dios nos ayude a vivir nuestras vidas con el deseo de terminar bien, para poder escuchar: “Ha hecho lo que podía”.

– por Marcos L. Caín MM-26
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