lunes, 15 de octubre de 2018

Mi Forma de Hablar



Proverbios 15:7 La boca de los sabios esparce sabiduría; no así el corazón de los necios.

De la abundancia del corazón habla la boca, señaló el Señor Jesucristo. Si el corazón de una persona está lleno de sabiduría, la boca de esa persona hablará sabiduría. Si el corazón de una persona está lleno de necedad, la boca de esa persona hablará necedad.
EL libro de los Proverbios está caracterizado por un tema en esencia y es la sabiduría, es algo que todos debemos tener, pero no es tan sencillo como decir: “me voy a tomar un vaso de sabiduría,” sino que es algo que hay que buscar y practicar. Muchas veces, el conocimiento se tiene, pero la práctica no.
Hay algunos que hemos cometido errores con nuestra boca. Esta palabra aparece muchas veces en la Biblia. ¿Cree que el Señor esta interesado en educar nuestra lengua, nuestra boca? Sin duda que si. ¿Cuántos de aquí nos hemos metido en un problema por nuestra boca? Desde muy pequeños, nuestra boca es un instrumento para bendición o para que nos alcance una buena reprensión. Cuando nos ponemos contestones con nuestros padres, nos falta corrección.
Todos necesitamos manejar nuestra boca con sabiduría. Usted por lo que habla puede delatarse de qué cultura es, qué educación tiene, de qué país viene. Por nuestro acento nos pueden diferenciar entre razas, culturas, educación, modales. Y algo tan sencillo como abrir la boca y decir algunas palabras, puede decir mucho de ti. Cuando Pedro habló, una persona le dijo: “Tú eres de los que andan con Jesús”. Hoy, con la ayuda del Señor meditemos y reflexionemos en esas palabras salen de nuestra boca. ¿Son palabras de esperanza, de fe, de angustia, de queja?.
El buen consejo de Dios, es que debemos quitar, eliminar esas palabras que no nos dejan crecer y adquirir sabiduría. Debemos pasar nuestra boca como el oro es pasado por el fuego. ¿Qué se le quita a la plata y al oro en el crisol? Las impurezas. La Biblia nos exhorta qué palabras debemos eliminar de nuestra boca. 
La primera es: quítese las malas palabras y las palabras perversas. *Efesios 4:29* _Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes._ *Efesios 5:4* _ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias._
Que mal se ve en un creyente expresarse con palabrotas. Una persona mal educada es una persona que dice palabrotas, groserias, vulgar en hablar. Abandonemos el lenguaje mundano, lo malo que es, el viejo hombre no debe hacerse notar. Quítese las palabras perversas y las malas palabras.
Lo segundo: Mentira es mentira, sea pequeña o grande; debe ser sí sí o no no. Si da su palabra, debe ser una palabra que no tenga doblez y que sea justa. *Efesios 4:25* _Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros_. Si por mi testimonio soy señalado como un creyente mentiroso, su boca no le ayudara a la hora de hablar. Desechemos este pecado.
Tercero: Palabras de hipocresía. Esas palabras hipócritas sólo dañan nuestra armonia con los creyentes. Si lo que está diciendo no es afirmativo, no lo diga. Si no va hablar con verdad, no lo diga. Quítese las palabras hipócritas y para quitárselas, debemos ser hombres justos que vivamos en integridad. *Proverbios10:19* _En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente._
Quita las malas palabras, las palabras de perversidad, de hipocresía, de necedad. Habla con prudencia en el tiempo que es, y quita toda palabra que habla de ti mismo. Nuestro corazón se nutrira con la palabra de Dios y nuestro lenguaje con lo que lo alimentemos. Si queremos educar bíblicamente nuestro lenguaje debemos revisar la dieta con que alimentamos nuestra mente (lo que leemos, lo que vemos, con quien pasamos tiempo compartiendo, aquello en que fijamos nuestra atención). Eso requiere cierta claridad/conciencia personal y disciplina para alimentar nuestra mente con la información adecuada.
Por otra parte, otra forma de moldear nuestro corazón, es a través de la disciplina de hablar de aquello que edifica, nutre, fortalece, anima y reconforta. Nuestro lenguaje construye y edifica hacia nuestro interior.
Meditemos - Wilmer Briceño
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